La rueda de los hámsters

Publicada en Publicada en Cocinan mis amigos

La eficiencia y la productividad están sobrevaloradas o malentendidas. A pesar de contar con instrumentos cada vez más potentes para ganar tiempo, tenemos menos para lo que es importante.

 

Vamos corriendo de un lado para otro, apagando fuegos, deshaciendo entuertos: gestiones en el banco, reuniones solapadas, peleas contra el programa informático, respondiendo correos, diseñando campañas, rellenando nuevos impresos, atendiendo quejas y lamentos, calmando clientes, alimentando las redes, de sol a sol y de luna a luna en invierno.

 

Se ha instalado una economía de guerra, de supervivencia, sobre todo a partir de la crisis. Todo a mínimo precio, el imperio del low-cost, barra libre y gratis total, donde nada vale nada y nadie paga por nada (y, claro, nadie cobra casi nada). Economía de mercadillo, manual, artesana, hecha en la camilla o en la mesa metálica de un gastro-bar, todo basado en el DIY[1]. Porque hay que ser competitivo, eficiente, productivo. En España, nuestros negocios son así, raíz cuadrada de micro-economía, la familia extendida. Se aplaza o se desdeña todo lo que no sirve para escapar del color rojo a fin de mes. Esa es la preocupación de todos para sobrevivir, desde el último alumno en prácticas hasta el director general (perdón, el CEO, aunque la empresa sean sólo 3 personas).

 
La comida rápida es un símbolo de la economía que vivimos: todo a mínimo precio, el imperio del low-cost, barra libre y gratis total, donde nada vale nada y nadie paga por nada
 

Y así nos va. Esta dinámica nos hace aprovechar cada minuto y hacerlo todo nosotros mismos. Da apariencia de “mucho curro” en un entorno muy difícil. Como en esos bares donde hay muchos camareros corriendo de un lado a otro agobiados pero nunca nadie atiende la mesa en la que estás, o como los ratones corriendo en un cilindro, constantemente, sin llegar a ninguna parte. Nadie puede estar parado, toda la máquina tiene que ir a todo gas, no es posible dejar de pedalear porque se cae uno de la bicicleta.

 

Pero no. La realidad es que tiene que sobrar el tiempo para poder ser realmente productivo y eficiente. A lo mejor hay otros medios de transporte más potentes que una bicicleta. Quizás sea bueno poder estar parado, sin hacer nada. Analizando cómo hacer las cosas mejor y no hacer lo que no sabemos. Por ello, es necesario diferenciar dos planos: el operativo y el estratégico.

  • Operativamente hay que ser eficiente y optimizar todos los procesos al máximo y para ello hay que invertir en sistemas, en tecnología, en conocimiento, acudiendo a quien dispone del mejor y más especializado que, probablemente estará fuera de la empresa. Dejemos de hacer todo nosotros mismos chapuceramente, paguemos a quien sabe hacerlo y paguémosle lo que vale. Parece más caro pero solo si se confunde algo tan básico como los conceptos de inversión y de gasto.
  • A nivel estratégico, la reflexión es esencial, no sólo la acción. Si el vendedor de calle, el director comercial y el director general solo miran a cerrar el mes sin pérdidas, ¿quién está mirando el próximo año, por no hablar de la próxima década? En este nivel, no tiene sentido no tener tiempo ni para respirar; debe tenerse una amplitud de miras. Cada vez es más importante estar en el sitio adecuado en el momento adecuado, anticiparse a los cambios con creatividad, tener claridad para pensar. Y eso requiere tiempo libre, espacios abiertos, diálogo con muchas y variadas personas.

 
En resumen, para salir de la rueda, quizás haya que ser ineficiente a corto plazo, siempre que el tiempo ocioso se invierta bien, y delegar (externalizar) tareas en los expertos
 

En resumen, para salir de la rueda, quizás haya que ser ineficiente a corto plazo, siempre que el tiempo ocioso se invierta bien, y delegar (externalizar) tareas.

 

Cocinemos nosotros en casa el fin de semana. En el trabajo que cocine el cocinero con los mejores productos y la mejor cocina. Bastante tenemos con pensar qué deseamos comer.

[1] Do it yourself